Acato las órdenes sin discutirlas.
--¡Rubén!,--gritó--, por favor sube para recoger unos cabos que se han enganchado.
Escuché
el tropel subiendo las escaleras a toda velocidad, era como un perrito
bien amaestrado y sentí cierta pena por él, su destino se me hacía
incierto.
--Si, mi capitana, a la orden.
Me
apresuro a cumplir las órdenes exactamente como me han sido
trasmitidas. Se producen ruidos sin identificar que creo vienen de la
cubierta, intento no pensar en los acontecimientos que ocurren fuera de
la estancia donde me encuentro y en pocos minutos reina un silencio
atronador, todo ha enmudecido solo ligeros golpes de pequeñas olas
contra el casco, me siento a esperar, no tengo ánimos para romper el
desconcertante momento, no era consciente del tiempo transcurrido.
Una voz infantil que se cuela hasta la sentina, sacándome del éxtasis.
--¡Señorita, señorita!,¿necesita usted ayuda?.
--¿Cómo?,--preguntó algo sorprendida, lanzando un grito hacia la cubierta. Asomó la cabeza y busco al portador de la misma.
--Si
señorita, hago pequeños trabajos para los dueños de los barcos, soy muy
bueno, cobro poquito. ¿Necesita usted algo señorita?.
--¿No eres pequeño para empezar a trabajar?.
--¡No señorita!, ya soy mayor,--dijo alzando la voz y abroncandola para parecer mayor--.
--¿Qué edad tienes?.
--Soy fuerte y se hacer muchas cosas, --dijo algo titubeante--.
La ternura me invadió y quise ponerlo en apuros.
--Hablemos de negocios, ¿cuáles son tus honorarios?.
--¿Mis qué?.
--¿Qué cuánto me vas a cobrar?.
--¡Ah, eso!.
--¿Te parece bien, diez euros la hora?.
Se le pusieron los ojos redondos y brillantes.
--Vamos ha hacer una cosa,¿ sí te parece?.
Tengo que salir, pero no creo que tarde mucho en volver, ¿tienes teléfono?, así te llamo nada más volver, ¿vale?.
--De acuerdo señorita, no tengo teléfono, pero llame a el bar del puerto o pregunte por mí, siempre saben cómo encontrarme.
--Estamos de acuerdo,--le dije mirando a esos ojos llenos de inocencia--.
Al mando de la embarcación, vi alejarse la costa.
Eché
el ancla en las coordenadas establecidas, expectante, escruté el
horizonte buscando alguna señal que me indicara señales de algo. Un
pequeño chapoteo llama mi atención, dos buzos emergen como monstruos
marinos salidos de las aguas y sin hacer el más mínimo aprecio por mi
persona, bajan a los camarotes sacan un bulto que parece un cuerpo, se
tiraron al agua y desaparecieron en las profundidades.
¿Pero
quienes son?, ¿De dónde salen?, ¿Son hombres peces disfrazados?, con la
boca abierta soy incapaz de reaccionar, ciertos métodos me ponen los
pelos de punta. A los mandos de la embarcación vuelo sobre el agua hasta
que la línea de la costa me devuelve cierta tranquilidad pero mi
objetivo es volver a pisar tierra.
Continuará...
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