martes, 7 de junio de 2016

Las largas noches de elena (16º parte)

Aquella voz me resultaba tan familiar como inquietante, pero no iba a permitir que me aterrorizara o al menos dejara que se me notara, ignoré la posición  tan ridícula en la que me encontraba con media cara estampada contra el suelo y espatarrada en una posición vejatoria y de total desigualdad, intentaba ver en aquella penumbra donde había caído uno de mis zapatos y no sé por qué razón estaba pasando de sentir él ridículo más absoluto a un estado de furia total e irrefrenable, al intentar incorporarme un hilillo de un líquido pegajoso se resbaló hasta en interior del ojo, lo que ayudó a dificultar la visión de mi entorno más sí cabía.
 
La voz se alzó de nuevo y yo me incorporé con la poca dignidad que me quedaba y con una ira desmesurada que iba creciendo dentro de mí, interumpí su monólogo gritando a todo pulmón.
--¿Quién es usted?—reprimiendo el impulso de decirle todos los insultos que me sabía y alguno que me apetecería inventarme--. La rabia se oía en mis palabras y se leía en el rostro.
--¡Mi Elena!, ¡mi incorregible Elena!, la niña más querida y más rebelde de todas, --dijo la voz --.
-- Los músculos los sentí paralizados y aquellas inocentes palabras, que parecían no tener importancia hicieron que la habitación diera vueltas alrededor de los recuerdos reprimidos y ocultos.
--Déjese de tonterías y déjeme verle—dije algo aturdida--.
--Todo a su tiempo niña, todo a su tiempo.
Ese tono de voz, esas palabras inconclusas me tranquilizaron, envolviéndome con una capa de hipnotismo.
--¡Escucha!, en la recepción del hotel tienes un sobre con todas las instrucciones, conecta de nuevo el teléfono, déjate de tonterías y todo marchará sobre ruedas. ¡Elena, mi niña!.
Abandonó el camarote sin más explicaciones y dos tipos más a los que no veía pero intuía le siguieron sin mediar palabra, como fieles perros guardianes adiestrados para seguir a su amo. 
 
Pensativa, dolorida y más confundida que nunca permanecí inmóvil durante no sé cuánto tiempo, hasta que el móvil me vibró en el bolsillo.
--¡Manuel, por qué has llamado!.
--¡Señorita estaba muy preocupado!, ¿No le habrán hecho daño esos hombres malos?, ¿verdad?.
--No Manuel, pero tienes que hacerme caso, la seguridad de tu persona va en ello.
No recordaba desde cuando no escuchaba esas palabras , alguien preocupado por mí, era tan emocionante que los ojos se me llenaron de lágrimas.
--Manuel, espérame en la habitación, dile, que la señorita Elena te ha autorizado a subir sin que yo esté, voy enseguida.
 
Me limpie la sangre de un pequeño corte sobre la ceja y busqué el maldito zapato, recompuse la ropa y el peinado y encamine mis pasos hacia un futuro incierto y extraño, pero como decía no sé quien, esto es hoy y mañana será otro día.
 
Continuará...

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