Las pupilas adaptadas a la oscuridad reinante descubrieron un
segundo tripulante en la embarcación, sin mediar palabra, tira de mi
cuello con una violencia impropia de unos rescatadores, mi cuerpo se
tensa e intentó defenderme, con rudeza me mantiene inmovilizada, Manuel
reacciona intentando defenderme, aquel rudo individuo lo lanza contra el
costado de la embarcación,respondo con violencia a ese inesperado
ataque y pienso, que finalmente Manuel y yo estamos perdidos, los largos
dedos de la abuela por fin nos han alcanzado, un ahogo me invade el
pecho impidiéndome respirar con normalidad pero voy a morir matando y en
un giro inesperado me zafo de aquellas toscas y fuertes manos, corro
hacia Manuel intentando auxiliarle.
--¿Manuel estás bien?,--dije en un grito ahogado--.
--Si, no te preocupes, no me he hecho nada.
--Si vais a matarme hacedlo ya, pero dejad al chico, el viene obligado.
Una voz surge en medio de aquel caos, poniendo cordura a la situación.
--Señorita, perdone la rudeza.
Lo miro con sorpresa y sin entender nada.
--José, no se sabe comportarse, sólo pretendemos buscar en chip.
--¿Qué chip?,--preguntó sorprendida--.
--Necesitamos
quitarle el chip, por las informaciones que tenemos tiene que tenerlo
en el hombro derecho, mi salvaje compañero intentaba localizarlo para
quitarlo y destruirlo, pero necesita aprender modales y me muestra la
máquina lectora de chip, en ese momento me siento como un perro.
--Tenemos que darnos prisa, estamos perdiendo tiempo y no lo tenemos.
Siento una punzada en el hombro, seguida de una quemazón.
--Póngase esto, enseguida dejará de sangrar, es una herida superficial, nos marchamos, vamos muy retrasados.
A lo lejos escuchamos el ruido de un motor a todo gas, pulveriza el chip bajo su zapato y lo lanza al mar.
--Esto les dificultará la búsqueda pero nada más, solo nos da un pequeño margen.
Seguimos
recorriendo la costa en la más absoluta oscuridad, nuestra guía la
línea iluminada de las poblaciones que vamos dejando atrás, por fin
recalamos en una pequeña playa de la Línea de la Concepción en una cala
casi oculta a la vista, saltamos de la embarcación y una voz que sale de
entre las sombras, grita.
--Let go, Let go.
Seguimos
a aquella palabras que nos reclaman en una oscuridad absoluta, la luna
agonizante nos secuestra su luz y eso nos beneficia y nos perjudica, a
tientas encontramos oculta tras una frondosa arboleda, y casi salida de
la nada, aparece una pista de tierra y un pequeño avión.
Un hombre muy alto con un marcado acento americano nos anuncia.
--¡Vamos!, partimos en unos segundos.
Antes
de darnos cuenta, las luces se vuelven diminutas sobre la tierra y la
negra noche nos rodea envolviéndonos en su anonimato, las pequeñas
balizas de señalización del avión, son nuestra única huella en este
mundo, el monótono sonido del motor nos induce al sueño, me siento muy
cansada pero la incertidumbre me mantiene alerta y aunque mis párpados
se empeñan en cerrarse, apenas si les permito entornarse, miro a mi
alrededor y la presencia de Manuel me tranquiliza, duerme plácidamente,
al final solo es un chaval y como tal actúa, aunque su madurez es digna
de elogio, el ruido blanco que precede a una transmisión de radio me
pone algo nerviosa y el corazón me late con fuerza, la radio confirma la
llegada, estoy en manos de personas que no conozco, nuestras vidas
depende de extraños y solo queda confiar o morir, quién sabe.
Noto
el descenso en el estomago, cierro los ojos como siempre para controlar
el vértigo y las ruedas tocan tierra y recorren la pista sin
dificultades, un coche nos espera a pie de pista, el avión apenas nos
suelta en tierra, alza el vuelo y desaparece en el manto negro.
--Buenas
noches, sean bienvenidos a la mansión Watson Edgar, entren en el coche
por favor, el señor los espera, aquel hombre perfectamente uniformado,
nos abre las puertas y nos da acceso a un precioso y clásico Jaguar.
Mi
cabeza hierve de curiosidad, Manuel y yo no hemos cruzado una sola
palabra en todo el viaje, nuestras miradas vuelven a chocar pero las
palabras siguen presas en nuestras gargantas, creo que estamos asustados
pero no vamos a reconocerlo.
Continuará...
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