jueves, 27 de julio de 2017

Las alas de un ángel rotas (20º parte)

                                                         -REDENCIÓN-

Unas azucenas mecidas por la brisa, se divertían como niños sobre columpios con maestría incomparable. La música ascendía con suave lentitud hasta mis oídos desde algún lugar no muy lejano, las lágrimas afloraron a los ojos sin poder ser contenidas, amadrigándome en una esquina, las dejé fluir libres para apaciguar el punzante dolor alojado en el pecho. 
Un perro vagabundo me distrajo la atención,  olisqueaba las basuras en busca de algún sustento, sucio y desgreñado, daba un no sé que verlo tan perdido y hambriento. Una cara ávida de cuidados se volvió hacia mí y unos ojillos acaramelados me miraron mostrando en todo momento una exquisita compostura. Su rabo golpeaba la pared cercana como muestra sonora de aceptación, el pelo apelotonado por la suciedad añeja que llevaba encima como pariente gorrón, lo batió rápida y alegre, parecían las aspas de un helicóptero, temí que saliera volando en el momento más insospechado.


--¡Eh! Pulgoso-- con trotecillo alegre de perro joven y confiado, acudió a mi llamada, en su collar con letras medio gastadas, se leía algo así como David, Dovi o Duvi......así que decimos que se llamaría como el rey, porque era un superviviente como yo y fuerte.
--¿Tienes hambre?. ¿Qué pregunta más tonta, verdad David?— tuvimos que cambiar de opinión, en un contacto más cercano, era evidente que había cometido un tremendo error, era mejor llamarla Duli o al menos más apropiado--. Por dos razones a cuál más obvia, Duli estaba preñada y por lo tanto era una hembra.
--¿Quién ha sido el hijo de Satanás que té a largado en este estado?. Estámos sólos tú y yo, si quieres nos haremos compañía, hay un bar a varias calles de distancia que abre hasta muy tarde, te invito a un bocadillo. No perdía de vista ninguno de mis movimientos, acariciándole la cabeza comencé a caminar, al volverme, vi que era reticente a seguirme, pero unos ojos ansiosos de verse aceptada me miraban con fuerza.
--¡Vamos, vaga, mueve tu gordo cúlo!—ayudándome de un movimiento de mano--.
Dando un brinco al saberse invitada, corrió tras de mí, saltando y ladrando de puro contento.
--¡Calla loca, que van a llamar a la perrera!—como si hubiera entendido el significado de mis palabras, me siguió mansa y en silencio.

Al llegar a la puerta del bar la invite a esperarme sentada, entendía todas las ordenes que le daba, tenia un buen adiestramiento. Pedí dos bocadillos de filete, un refresco y una botella de agua, en un banco cercano nos dimos un suculento banquete. Y ahora vamos a casa, era muy obediente y cualquier gesto cariñoso lo agradecía con fervor, así comenzamos nuestra convivencia felices de tenernos el uno al otro.

Hacia años, desde que mi madre murió, mantenía recursos interpuestos contra su asesino, en mi interior sabía que era una batalla perdida de antemano, pero acallaba mi rabia por las injustas y absurdas leyes que nos regían, en un intento vano de pedir justicia apelaba a todo lo apelable y recurría todo lo recurrible. Mi abogado apenas me cobraba, solo los gastos que generaban los recursos en cuestión de tasas o minutas a terceros, decía que no robaría a una persona que luchaba por un imposible. El pedir justa justicia para todos.
En el buzón una solitaria carta reclamaba ser leída, rasgué el sobre, sabiendo su contenido.
Una vez más se negaban a aceptar mi denuncia por falta de pruebas. Pero no iba a rendirme. Al igual que drácula necesita la sangre para vivir. Yo necesitaba saber que lo intentaba.

Una nota consoladora de mi abogado acompañaba el documento.
            
ESTOY CONTIGO PABLO, HABLAREMOS EN BREVE DE LOS MOVIMIENTOS A REALIZAR, ÁNIMO Y NO TE DEPRIMAS.

TU AMIGO.


Siempre me daban un disgusto estas cartas, pero en esta ocasión no estaba sólo, Duli me acompañaba y eso me daba un extraño ánimo. Incluso me sorprendí riéndome de las boberías que hacia la perra. Al escucharme creí que otra persona se encontraba con nosotros en la habitación, haciendo memoria no pude recordar cuando fue la ultima vez que emití ese canoro sonido.
En una acción de inconsciencia premeditada, llevaba dos días rondando por la calle de la iglesia que no se encontraba más que a dos manzanas de donde yo vivía, con la excusa de sacar a Duli, pero al cuarto día de paseos a distintas horas, supe porque lo estaba haciendo. 

Surgió sin previo aviso de entre la gente que en ese momento transitaba por la calle, dobló la esquina con paso decidido, el pelo a lo garçon, le daba un aire más aniñado de lo que era en realidad, la recatada falda tapando sus rodillas, salvándolas así de indiscretas miradas, su cintura menuda, los pechos disimulados visiblemente a conciencia tras una camisa ancha y atrincherada por defensores botones y unos pequeños pies metidos en unas manoletinas negras. Parecía una campesina francesa de los años cincuenta. Llevaba una bolsa de plástico y la movía despreocupa, pensando en dios sabe que. A medida que se acercaba pude distinguir sus angelicales rasgos, el sol a su espalda proyectaba un alo luminoso a su alrededor que me impedía verla con toda la nitidez que yo deseaba, aparte de cegarme ligeramente.
Al llegar a mi altura me hice el encontradizo, ella hizo un vano intento, fingiendo que no me reconocía, pero estaba seguro que me recordaba con claridad y solo disimulaba,  empujada por una educación supersticiosa y arcaica, llena de fingimientos e hipocresías,
no quise violentarla y acepte su actitud de buen grado. Pero en su rostro leí el deseo de que insistiera y me dejé llevar por mi intuición.
Continuará...

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