lunes, 31 de julio de 2017

Las alas de un ángel rotas (21º parte)

Antes era alegre pero si mirabas con atención en el fondo de sus pupilas, leías una honda tristeza, en contrapartida se comportaba relajada y extrovertida. Sin duda una mujer de contrastes que no vivía acorde a sus creencias y carácter, leía en ella como en un libro, esperaba que el texto fuera correcto.
--¿Quizás te parezca muy atrevido pero sino te parece mal me gustaría que nos conociéramos?.
No se me ocurrió otra forma de romper el hielo, excepto decir la verdad, tenía pocas oportunidades para ser escuchado y no podía andarme con juegos estúpidos, decir lo que pensaba y confiar en tener buena fortuna
--No estaría mal, pero no creo que mi tío lo autorizara.

--¿Quién es tu tío?. Hablare con él y lo convenceré de que soy persona de fiar.
--El sacerdote con el que hablaste en la parroquia. Y lo que dices es una quimera.

Creí que el corazón se me paralizaba, como podía ser posible tanta desgracia junta, sin aliento sugerí una descabellada idea. Temí que ella no la aceptara, me sentía desesperado ante la posibilidad de no volverla a ver. 
 --No se lo decimos. Iremos donde quieras, a pasear, al cine, tomar un refresco, el día que puedas y a la hora que te sea posible, estoy a tu entera disposición, habla y te concederé el deseo, soy tu lámpara de Aladíno. La vi sonreír divertida y halagada por mis atenciones.
--Mañana estaré sola casi todo el día, alrededor de las doce en este mismo lugar. No te garantizo puntualidad.
--¡Esperaré hasta que puedas salir!.
Agitó la muñeca con gracia antes de dejar sin luz mis ojos, dedicándome una ultima mirada curiosa.
La perra esperaba paciente mís ordenes, rozándole las mullidas orejas le indique que el paseo continuaba.

Al día siguiente a la hora convenida estaba de imaginaria en la calle, deseando que no se estropeara la cita. Para inspirarle más confianza me acompañaba Dulí, pensé que alguien que se hace acompañar de su perro no puede traer malas intenciones, anhelaba conocerla, la sentía mi alma gemela. No tenía base para argumentarlo era una certeza inexplicable.  

Apareció poco después de la hora convenida, con un sencillo atuendo mucho más acorde con los tiempos y sobre todo con su juventud. Transportaba un paquete, curioso, se me escapó una indiscreta pregunta. En esos momentos quería saberlo todo sobre ella,  sin sentirse ofendida contestó de buen grado, la respuesta me dejo pensativo, lo dijo abierta y sin pudor, como si fuera algo muy natural, estaba claro que para ella lo era.
Vestía unos blue jeans, como el de cualquier chica, una delicada camisa de manga larga en un ligero tono azulado, una fina cadena de oro abrazaba su cuello, acabando en una cruz sin ninguna talla, --la envidie de una forma insana, deseaba estar en su lugar, ser yo quien la rodeara y no el frío metal-- los mismos zapatos del día anterior, un ligero tono rosado cubría sus mejillas y labios y por ultimo su pelo castaño claro cortado como un chico mostraba toda su belleza natural.

Por fin se desveló el gran misterio, ¡El contenido de la bolsa!. Dentro las mismas ropas del día anterior. No pude por menos que interesarme por ello. Su respuesta fue sincera.
--Si mi tío me viera vestida así se lo comunicaría a la abuela y tendría muchos problemas.
No salía de mi asombro. ¿Qué tenía de malo su atuendo?. Se hubiera podido confundir entre la multitud sin llamar la atención en lo más mínimo.
--Es largo y confuso, si seguimos viéndonos lo acabaras entendiendo todo.
Continuará...

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