jueves, 31 de agosto de 2017

Las alas de un ángel rotas (30º parte)

--¿Qué pasaba?. ¿Acaso le había hecho daño?. La cubrí con los brazos para protegerla – si la había dañado de alguna forma me torturaría la idea para el resto de mi vida. Un temblor se apodero del corazón.
--¿Qué ocurre?. ¿He hecho algo mal, te he hecho daño?.—sacudió su cabeza con esa indecisión que los niños expresan, moviendo el cuello en todas direcciones sin saber si es si o es no--¡Lucía sea lo que sea perdóname, no quería, perdóname, perdóname!. Repetí convulsivamente una y otra vez. Agarró con suavidad mi rostro.

--Tú no has cometido falta alguna, soy yo, mi abuela tenía razón, soy como mi madre me dejo llevar por el diablo, cometiendo actos impuros. ¡Mira lo que he hecho!.
Sonaba tan desesperada que no sabía que responderle. Por un momento se había vuelto a quedar sola con sus fantasmas, sus ojos expresaban un dolor profundo.
Literalmente la metí bajo mi cuerpo, hubiera querido introducirla en mi interior y cualquier dolor o problema, que surgiera rebotara en mi persona. Abrigándola y amparándola – le dije— --¿Sábes lo que has hecho, de verdad?.--te lo voy a decir--. Devolverle la vida a un moribundo, darme esperanzas, cosa que no tenía antes de conocerte, sé que te han mortificado mucho, pero si confías en mí, y te juro que moriría antes de causarte un mal o simplemente defraudarte, te demostraré que lo que te han metido en la cabeza es la trama de una mala persona y te aseguro que no va a caer sobre nosotros ningún castigo divino. Además hago esta proposición con Dios como nuestro testigo, pon fecha y me casaré contigo. O piensas, que ahora que he conseguido tu cuerpo no querré saber nada de ti, eso es como el hombre del saco.
Una leyenda y no todos los hombres somos iguales, tú eres mi vida, y lo demás, cuentos de viejas reprimidas para asustar a niñas crédulas como tú. La solté por un momento y aunque las lágrimas se deslizaban copiosamente por sus mejillas. De hito en hito, un hipido la convulsionaba, -- de su semblante se había desdibujado la angustia--. Cubiertos solo por nuestros propios cuerpos nos sumimos en un profundo y relajante sueño. Cuando despertamos el sol nos acariciaba el rostro, molestándonos con su insistente luz. 

Entonces comprobé que no era una ficción, que Lucia estaba a mi lado, serena, tranquila, recordé lo que paso a ultima hora, y jugué a la ruleta rusa. La besé con ternura, respondió a mi beso sin reservas--- y al oído, muy bajito me susurro --- si vuelvo a decir las tonterías que dije antes abandóname –dicho esto nos fundimos en un apasionado abrazo interpretando un sensual minué, apagando así, el fuego que ardía en nuestro interior.
Después de una ducha, tapé sus ojos.
--Felicidades atrasadas—conduciéndola a ciegas y aspirando su delicioso aroma, la acerqué hacia el regalo. Me conmovió su sencillez, me miró con los ojos llenos de lágrimas.
--¡Gracias!. Es mi primer regalo de cumpleaños, nadie me regalo nunca nada.
Sin  parar de llorar abrió el hermoso embalaje, con sumo cuidado no quería que nada se estropeara, me juró que guardaría hasta el ultimo cachito de papel.
Cuando el caballete, las pinturas y los lienzos aparecieron ante su vista, se volvió hacia mí llorando, como no vi nunca a nadie hacerlo.
--Si te pones de esa manera lo devolvemos y en paz, era un regalo, no un disgusto, -- dije con sorna--.
Se incorporó para mirarme, con aire travieso y su rostro se encendió como lo hace el sol en una limpia mañana de verano.
--Es mi primer y único regalo de cumpleaños. El más maravilloso que me han hecho en mi vida.
Los dos rompimos en una sonora y llorosa carcajada.
--Es el primero de muchos, lo mismo que es el principio de una maravillosa vida—y la estreché con infinita ternura durante mucho rato--. Me muero de hambre—le dije—¿Rebuscamos en la cocina?--. Encontramos pan, queso, bollos de nata y té, lo degustamos entre risas y bromas. Duli se unió a la fiesta solicitando además de comida, un poco de atención.
Nos mantuvimos sin hablar del tema hasta escasamente una hora antes de nuestra partida. Meditabunda durante todo el trayecto, no quise molestarla era mejor dejar que recapacitara, que calibrara lo que su corazón le exigía.
Continuará...

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